viernes, 13 de agosto de 2010

PESIMISMO CRÓNICO A LAS TRES DE LA MAÑANA


A las tres de la mañana,
soñando que no me duermo,
cuando aplastan las persianas,
a la hora del enfermo.

Mis matemáticas cuentan
que el desamor fue primero,
que el ocaso es a los treinta
y el olvido tiende a cero.

El tiempo se ha acostado
en un reloj de fakir;
lo mejor ya ha pasado,
lo peor está aún por venir.

Que se colme al fin mi vaso
con la más amarga gota;
de la derrota al fracaso,
del fracaso a la derrota.

La vida te cobrará
por las buenas o las malas:
las lágrimas te las da,
el dolor te lo regala.

En un diario torpe y zafio
se va yendo el porvenir,
mascullará mi epitafio
"no se atrevió a vivir".

Siempre escribo de lo mismo,
siempre triste y siempre igual;
masoca del pesimismo,
lo paso bien estando mal.

Mientras espero la gota
que colme por fin mi vaso,
del fracaso a la derrota
van atajando mis pasos.

Tan lejos aún de la aurora,
en mi alma nociva e insana
parece que a todas horas
son las tres de la mañana.

Mi cuarto, cualquier noche, tres de la mañana.

lunes, 9 de agosto de 2010

IGUAL QUE EN LOS CUENTOS

"Misericordia extraña
ésta de recordar cuanto he perdido,
y amar aún su inexistencia."


"La vida es el naufragio de una obstinada imagen
que ya nunca sabremos si existió,
pues sólo pertenece a un lugar extinguido."

Francisco Brines.

 

Hasta el reloj del cuarto
sabe que te has marchado,
se pasa las horas muertas
marcando las dos y cuarto,
cuando yo habría llegado,
y tú estarías
-fingiendo que dormías-
esperándome despierta.

Sí, perdí aquel trabajo
a los dos meses de irte,
me echaron por rendir poco;
pensar en volver del tajo
y no estar tú para oírte
decir "amor mío,
date prisa, hace frío",
me empezó a volver loco.

Tan sólo queda el escombro
cuando el mundo se derrumba
porque faltan los cimientos;
qué haré ahora que te nombro
viviendo en una tumba,
recordando los días
en los que me decías
"te amo igual que en los cuentos".

Llenaré tu altar de velas,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis derrotas,
y soñaré con darte
besos con dolor de muelas
y caricias manirrotas.

Te haré una letanía,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis fracasos,
y soñaré con darte
un alma sin batería
y amor con marcapasos.


Hasta me bajé y escucho
aquel "CD" imposible
de antigua música china,
que a ti te gustaba mucho
y para mí era terrible,
pero tú decías
que lo preferías
antes que a mi Sabina.

De todo lo que me queda
sólo tu ausencia me sobra,
con deudas pago lo que debo;
cuando ya ni perder pueda
al casero que me cobra
le daré este vacío,
si aún sigue siendo mío,
y el alma donde te llevo.

¿Qué haré si me olvidaste?,
de sobra sé que no éramos
ni Romeo ni Julieta;
ni hacía falta un máster,
ni mucho menos que fuéramos
cuento ni poesía,
tú y yo, vida mía,
nos reíamos de los poetas.

Llenaré tu altar de velas,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis derrotas,
y soñaré con darte
besos con dolor de muelas
y caricias manirrotas.

Te haré una letanía,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis fracasos,
y me conformaré con darte
risa con melancolía,
lágrimas de los payasos.

Te buscaré en cada día,
y cada noche al perder
te estaré esperando en vilo,
y me bastará con ser
lo amargo de tu alegría,
lágrimas de cocodrilo.


Te haré esta letanía,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis penurias,
y me conformaré con darte
nostalgia y melancolía,
el "orbayo" de mi Asturias.


País de Nunca Jamás, érase una vez.

FINALES ALTERNATIVOS

1.
Te haré esta letanía,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis penurias;
ya no volverá a mojarte, 

bajo el sol de Andalucía,
el "orbayo" de mi Asturias.


2.
Te haré esta letanía,
y cada noche al rezarte
te ofrendaré mis penurias;
ya no volverá a mojarte

la garúa que fue un día
el "orbayo" de mi Asturias.


viernes, 6 de agosto de 2010

NO TENGO EDAD

A esta edad que tengo hoy
debería estar casado,
ver el fútbol, pagar una hipoteca,
votar, tal vez, a Rajoy,
volver del curro cansado
y regalarle a mi hija otra muñeca.

Sería mi esposa una chica
a la que habría conocido
cuando estudiaba en la universidad,
en ese tiempo en que pica
el amor bajo el vestido
y los sueños plagian la realidad.

Tras unos años de novios,
compartiendo buenos ratos,
algunos celos, varias discusiones,
la boda con sus agobios,
y a firmar luego el contrato
del piso, del trabajo y los marrones.

Sería mi trabajo ir
cada día a la oficina
para volver cansado y con más canas,
hasta que algún mes de abril,
por huir de la rutina,
quedaría mi mujer embarazada.

Sería mi hijo una niña
con un nombre muy sencillo,
la cara de su madre y los defectos
de un padre que se encariña,
viendo en sus ojos el brillo
de un ser al que le va cogiendo afecto.

Y seríamos los tres
una familia cualquiera,
tan igual, tan normal y tan extraña;
con la tele y el estrés,
la felicidad casera,
dos mentiras y un par de telarañas.

Pero ni tengo mujer,
ni tengo hijos, ni tengo
tan siquiera un estúpido trabajo,
porque, puestos a no tener,
es que siento que ni tengo
edad para tener ya treinta y cuatro.

Abril de cumpleaños.