miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA HORA DE PERDER

(Quizá ni era lunes ni eran las tres, ni hubo un tren ni un circo -aunque, tal vez, sí, un payaso-, quizá no fue ella la que se marchó ni yo el que la dejé, quizá, simplemente, lo soñé.)

Te fuiste un lunes a las tres,
sí, lo recuerdo muy bien,
a esa hora silbó el tren
que sin mí partió después.
Esta historia, ya lo ves,
es la historia de un fracaso,
el gran circo de un payaso
llorando por las esquinas,
suplicando en las cantinas
que le pongan otro vaso.

Dándolo por perdido,
he gastado mi dinero
pagándole al camarero
los licores del olvido,
y sin querer he aprendido
a imitar largos ratos
los maullidos de los gatos
engañados por la luna
las noches que la fortuna
no pone gatas en sus platos.

La madrugada que me jura
en cada bar una promesa
se escapa de mesa en mesa
persiguiendo una cintura;
y quizás porque aseguran
que la naturaleza es sabia,
igual que un perro con rabia,
me marcharía con cualquiera
buscando a alguien que me quiera
por las aceras de Babia.

Dicen que estas cosas pasan,
pero qué le vas a hacer...,
vuelve la noche a mi casa
cuando empieza a amanecer,
algunas veces se fracasa
y esta vez no pudo ser:
cuando el corazón atrasa,
es la hora de perder.

Te marchaste sin portazos,
sin echarme un mal de ojo
ni un "te odio" escrito a rojo
de prisa y en cuatro trazos.
Escapaste sin golpazos
y sin hacer las maletas,
dejando como incompletas
tus cosas entre mis cosas...
sin una frase ingeniosa
copiada de algún poeta.

Ya no sé qué más me queda,
naufragado en este charco
las ratas de mi barco
gritan "sálvese quien pueda".
Dios sabrá quién hereda
el amor que aún te sobra,
éste es el precio que se cobra
por no pagar al contado,
en mi corazón abandonado
se han paralizado las obras.

En un juicio a sangre fría,
por más que yo alegue,
no habrá juez que te niegue
que la culpa fuera mía;
y porque sé que hoy en día
estos tiempos kamicaces
no dejan hacer las paces,
sólo quiero pedirte
que adviertas antes de irte
al siguiente que rechaces.

Dicen que estas cosas pasan,
pero qué le vas a hacer...,
vuelve la noche a mi casa
cuando empieza a amanecer,
algunas veces se fracasa
y esta vez no pudo ser:
cuando el corazón atrasa,
es la hora de perder.

...

...Te fuiste un lunes a las tres
(pero qué le vas a hacer),
...sí lo recuerdo muy bien
(cuando empieza a amanecer),
...a esa hora silbó el tren
(a la hora de perder).

En Babia, sin reloj.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

LAS FAROLAS, LAS CALLES Y LA LUNA


La farola de mi calle
hace esquina con la luna,
no roza mi mano el talle
del vestido de ninguna
ni encuentro un sitio donde halle
la dosis de mi vacuna,
un lugar en que no falle
el azar de mi fortuna.

En las aceras sólo veo
frustración y renuncia,
la picadura del deseo
que me envenena y ensucia,
soy el autorretrato feo
de este hombre que pronuncia
lo que escribo y no te leo,
ante un futuro que me acucia.

Y todo hiere,
y todo muere,
y todo mata,
y no hay consuelo
sólo hay duelo,
buceando a gatas
o de rodillas
por las alcantarillas
de mis ratas.

Y todo frustra,
y todo incrusta
su delirio,
y todo insulta,
y todo oculta
un martirio.

La luna miente y traiciona,
como la gente que pasa
disfrazada de persona,
cuando regreso a casa,
y me miran las farolas
con tristeza y luz escasa,
pelele de silicona
confundido entre la masa.

Con el alma en escayola,
mi esqueleto deambula
al oscurecer, a solas,
por un desierto sin dunas;
golpeados por las olas,
a los hombres sin fortuna
sólo nos quedan farolas
por las calles y la luna.

Y todo hiere,
y todo muere,
y todo mata,
Y no hay un cielo,
sólo hay suelo,
andando a gatas
o de rodillas
por las alcantarillas
de mis ratas.

Y todo enferma,
y todo merma,
y todo, nada,
y todo se hunde,
y te confunde,
y todo horada.

Y todo pierde,
y todo muerde,
y todo rabia,
Y todo mustia,
y todo angustia,
y nada cambia.

Y todo falla,
y todo estalla,
y todo igual,
y todo duele,
y todo suele
acabar mal.

En la acera, a destiempo.