¡Ay, Dios! ¡Vaya! ¡Qué sorpresa!
Otra vez yo por aquí
en pelota,
enseñando toda tiesa
mi cresta -¡quiquiriquí!-
doy la nota
Pues, sí, aquí estoy, aquí sigo
disfrazado de rapsoda,
por si cuela.
Dudando de lo que digo,
medio pasado de moda,
sin abuela.
Con ripios de andar por casa
y rimas del callejón
de los gatos,
parlo sobre mí sin tasa
para darme la razón
sólo a ratos.
Estudiante de instituto
con pavor a no saber
dar la talla,
conmigo mismo discuto
del dolor que da el placer,
y en la raya
que va de lo melancólico
hasta lo más, más lascivo
aún me muevo.
Con mi corazón vitriólico,
un cuadro en verso describo
que no debo.
Y hay veces que hablo de penas,
como las hay que de penes,
según vea;
ojalá queden morenas,
esperando por sus trenes,
que me lean.
Son las fotos de carnet
un gran espejo embustero
del engaño.
En mi lado de internet,
a principios de otro enero
de algún año.
(De nuevo una copla más,
en mi blog de ¿poesía?,
ya lo veis.
Y, en fin, que, por lo demás,
mi "cresta" -¡quién lo diría!-,
dieciséis.)