lunes, 4 de octubre de 2021

14,50 (CATORCE CON CINCUENTA)

 "Espiada a la sombra de tu horario."
("Aunque tú no lo sepas." Luis García Montero).



MAGDA: Me observas desde hace mucho?
TOMEK: Un año.
MAGDA: Esta mañana... ¿Qué fue lo que dijiste?
TOMEK: Te amo.
MAGDA: El amor no existe.
TOMEK: Sí existe.
MAGDA: No.

(De la película "No amarás", de Krzysztof Kieślowski).
 
 
 
 
Hoy estaban en oferta
las pilas y los helados,
los productos de la huerta,
los amores enlatados.
Te vi ya desde la puerta,
llevando un carro olvidado,
con esa mirada incierta
y el pelo más alisado.

Otra mañana -¡qué suerte!-
en que mis monedas compran
yogures por poder verte,
sueños y un kilo de sopa.
No lograron esconderte
de mi alma que aún galopa
ni la pandemia ni el ERTE
ni las órdenes de Europa.

Y aunque yo soy sólo un cliente,
tú eres más que una cajera:
la ilusión de una quimera,
un capricho de mi mente,
el consuelo de la gente
que, delante de una caja,
con los miedos en rebaja,
se encuentra sola y se miente.

Con esta ansiedad tan mía,
si al entrar no se te ve,
me pregunto cada día
¿hoy dónde te encontraré?
¿Limpiando una estantería,
colocando el almacén,
supliendo en la frutería
con manzanas del Edén?

Mi voz es un balbuceo
si por la sal te pregunto,
otras veces, fantaseo,
callo, te miro y barrunto.
Por tu presencia canjeo
una bolsa de productos;
al marchar me das deseo,
el cambio y algunos puntos.

Y aunque yo soy sólo un cliente,
tú eres más que una cajera:
la razón de una quimera,
un delirio de mi mente,
consuelo de tanta gente
a quien, al ir por tu caja,
la vida da una migaja
de algo más que lo corriente.

Hasta que un día, sin tiento,
me demoré demasiado
al fingir que estaba atento
a un precio y no a tu costado.
Tras la bronca del momento,
me mandaron del juzgado
una orden de alejamiento
por acoso continuado.

¿Cómo arar la tarde lenta
sin que tu dolor me ocupe?
Mientras en la radio alienta
la canción "Reina del súper"*,
leo en un tique la cuenta
que el pasado vil me escupe:
"son catorce con cincuenta,
hoy le atiende Guadalupe."

Y aunque yo era sólo un cliente,
tú eras más que una cajera:
el fulgor de una quimera,
un capricho de mi mente,
el consuelo de la gente
que, haciendo cola en tu caja,
cuando das esa migaja
de algo bueno y diferente,
se olvida de cuánto ultraja
esta vida irreverente.


*Canción de Ismael Serrrano.

domingo, 15 de agosto de 2021

NO QUIERE

 La vida sigue, obscena en su impiedad,
vestida con los mínimos retales
—hormigas y quehaceres temporales—,
ebria de momentánea eternidad.

 ("Y más la piedra dura". Javier Almuzara).

 


La existencia también regala a veces
lugares que merecen un soneto,
donde coge el dolor tiempo de asueto
para, a traición, volver después con creces.

Mi cuarto sin deberes y sin jueces,
el café de la esquina, ausente y quieto,
algún otro cobijo que es secreto,
la playa con sirenas y otros peces.

Son aguas que permiten que las bebas
sin calmar esa sed que tanto hiere,
Nolotil para un mal que sobrellevas.

Y, así, en cada jornada que se muere,
la vida, que no es fácil, nos da pruebas
de que podría serlo y que no quiere.


domingo, 23 de mayo de 2021

BOTAS AMARILLAS

Lo que siempre soñé, lo que deploro,
lo que quise vivir, lo que he vivido,
lo que no pudo ser y lo que añoro."
Eratalia.


Muchas tardes se anidaron,
se anidaron en su pelo y en sus labios.

"En el muelle de San Blas", Maná.



Te recuerdo como eras
en tercero de carrera,
hace veinte años o más. 
Te sentabas muy alante,
yo a tu izquierda, ya distante,
y dos filas por detrás.

Nada sabías de mí,
yo sabía sobre ti
que me gustaste en primero.
Y tres cursos duran poco
cuando eres joven y loco
y anhelas decir "te quiero".

Entre Recursos Humanos,
Sociología y tus manos
entregadas a escribir,
me pasé cientos de clases
esperando que pasase
lo que no iba a ocurrir.

Unas botas amarillas
con falda de flores lilas;
en el cabello, una pinza,
a la espalda, una mochila
muy pequeña...
Son recuerdos de unos años
que sin tiempo se quedaron,
pero a veces me repaso
y hay un corazón cansado 
que te sueña.

Una vez nos sucedió
que un autobús nos juntó
en dos asientos contiguos.
Hubo apenas un saludo,
tú..., no sé, mi yo no pudo
con fantasmas muy antiguos.

Otra vez, logré apañarme
para, a lo tonto, sentarme,
en el aula, tras de ti.
Porque queda sensiblero
no diré nada más, pero
¡lo que aquel día sentí!

Y sin saber nunca nada
-a través de la almohada
jamás llegan los mensajes-
me diste duelos diversos,
espejismos y estos versos
sobre el miedo y sus chantajes.

Tardes en la facultad,
los apuntes, soledad,
el verano, Navidad,
exámenes y además
siempre tú...
Son recuerdos de unos años
que sin tiempo se quedaron,
pero a veces me repaso
y hay un corazón marcado 
con tu cruz.

Hoy en internet te hallé:
marido e hijos, ya sé
que el tiempo todo lo explica.
Aún dolerás muchas veces,
pero ya no te pareces
para nada a aquella chica

con las botas amarillas
y falda de flores lilas;
en el cabello, una pinza,
a la espalda, una mochila
muy pequeña...
Y hay solamente unos años
que sin tiempo se quedaron,
aunque cuando hago repaso
sienta un corazón cansado 
que te sueña.

La pasión con cobardía
no es pasión, y sólo es mía
la sombra donde te pierdo.
Y guardo en mi imaginario
un amor deficitario
que gime cuando recuerdo

tardes en la facultad,
los apuntes, soledad,
el verano, Navidad,
exámenes y además
siempre tú...
Pero son sólo unos años
que sin tiempo se quedaron,
aunque cuando hago el pasado
sienta un corazón tachado
con tu cruz.

Y nunca -no hubo manera-
terminé aquella carrera,
como digo,
con casi todo aprobado,
y el primer "no presentado"
fue contigo.

CONTRA EL PARQUET

La infame maquinaria del trabajo
me come, vomitándome dolor;
la vida, así mirada desde abajo,
se ve por un cristal con mal color.

Me aparto sin remedio de la gente
-ni siquiera le escribo a Emejota-,
el terror del futuro está presente
¡y cuánto tarda la última derrota!

El joven que era yo, en estos momentos,
apenas reconoce mi carnet,
mas sigo aún bebiéndome los vientos

de esa chica por horas de internet,
que cada noche (a mí y a tantos cientos)
me mancha el corazón, luego el parquet.

sábado, 6 de marzo de 2021

DOS DÉCIMAS Y UN OVILLEJO QUE TENÍA POR AHÍ

I.

CUANDO JUGABA...

Futbolista sin valía,
se me mostraba el partido
mal desde el primer pitido,
ni por la banda corría.
Sin ver casi portería,
perdiendo mucho el balón,
jamás salí campeón.
Pero marqué alguna vez
yendo de número diez,
en tercera división.




II.

El néctar de la existencia
es cada vez más amargo,
dónde hallar un "sin embargo"
que apacigüe la carencia,
cuando el suelo es abstinencia
para cualquier ilusión,
y el cielo, un gran lamparón
de luz blanca y deprimente,
como un frío fluorescente
de oficina o de estación.




III.

Ni hablar de hacer osadías,
mis días
enfermos en el diván,
están,
luchando contra detritos
malditos.
Por mas que recurra a ritos
de psiquiatra o de hechicero,
en este orbe traicionero
mis días están malditos.

 

BELARMO DE CA.MANOLO

(Una historia de mi pueblo, de cuando mi abuelo era niño y que me contaba cuando el niño era yo).


Allá por la Magdalena,
cuando las fiestas del pueblo,
en el año catapún,
según contaba mi abuelo,
entre todos los feriantes,
tarambanas y tenderos,
una atracción nueva vino
que a todos dejó perplejos.
Un hombre muy trajeado,
que decía ser de Oviedo,
presentaba un artilugio
tan extraño y tan moderno
que hasta el más espabilado
se quedaba boquiabierto.
Parecía como magia
lo de aquel gran instrumento;
«qué adelantos existían
en esos mundos de lejos»,
comentaban los vecinos
ante aquel grandioso invento.

Por la romería andaba
Berlarmo, de Ca.Manolo,
un hombre de aquellos tiempos,
tan calvo como estrambótico.
Acostumbraba llevar
siempre calado un buen gorro,
ya fuera por San Esteban
o por la Virgen de Agosto,
no para guardar la calva
sino por no quedar tonto,
pues decía que escapaban
las ideas sin el gorro.
También contaba de aquél
que le parecía bobo
que era «un hombre de ramal»,
por tener que guiarlo en todo,
como el burro con la rienda,
que no sabe ir nunca solo.
No le faltaba el ingenio
y cierta razón tampoco.

La cosa es que ya de noche,
paseando por la fiesta,
tuvo el bueno de Belarmo
un repentino problema.
Entre tortas y empanadas
y el vino de la taberna
en su estómago sonaron
mil tripas pidiendo guerra.
Las ganas de hacer de vientre
("cagar", mi abuelo dijera)
pronto se hicieron tan grandes
que casi olía la mierda,
así que allí, en una esquina,
cerca de la plazoleta,
se apañó para obrar
sin que ninguno lo viera.
Y por la Santa Patrona,
¡Virgen de la Magdalena!,
nunca tal alivio tuvo
como echando aquello fuera.

Iba a marcharse Belarmo,
pero, al ver allí su masa,
tuvo miedo de que alguno
por descuido la pisara
y decidió recogerla
de forma civilizada,
pues, sin duda, era aquel hombre
persona bien educada,
que estudió con Don Antonio
en las escuelas de Luarca.
Y a falta de mejor cosa
resolvió envolver la plasta
en un pequeño cartón
que cerca tirado estaba,
y con un cordel de esparto
que tenía, luego atarla,
quedando como si fuera
un paquete o una caja,
tan bien hecha que era tal
como de algo que comprara.

Caminaba por la fiesta,
con su paquete, Belarmo,
y por miedo a que rompiera
lo llevaba con cuidado,
muy separado del cuerpo,
estirando bien el brazo,
como si fuera ofreciéndolo
(¡pues mira tú qué regalo!).
Pasó entonces frente al puesto
de aquel hombre trajeado,
que decía ser de Oviedo
entre aquellos aldeanos,
y mostraba a todo el mundo
su magnífico adelanto,
un invento que asombraba
hasta al más espabilado.
Y hete aquí que finalmente
era el producto-milagro
una convencional pesa
«pa`todo poder persarlo».

El vendedor le pedía
a las gentes que las cosas
que llevaban le dejaran
para mostrarles que todas,
sobre la pesa, su peso
daban cual reloj la hora.
—¡Vengan, vengan por aquí!
¡Señor, acerque esa bolsa:
mire, tres kilos y medio!
¡Traiga la suya, señora!
Y en medio de aquel bullicio,
Belarmo, de repente, nota
que el vendedor va y le quita
la caja con su «compota»
para mostrarle lo bien
que su gran pesa funciona.
Pero, apretado el cartón
entre sus manos ansiosas,
se abrió de pronto el paquete
con su carga tan hedionda.

Se desparramó la mierda
entre los dedos solemnes
del vendedor trajeado
y hasta salpicó sus lentes,
se le expandió por la cara,
descendió por sus mofletes
y el mismo traje quedó
manchado irremediablemente.
—¿Pero qué clase de loco
lleva —gritaba entre pestes—
sus inmundos excrementos
guardados en un paquete?
¡Qué pueblo de desquiciados,
qué asqueosa es esta gente,
me voy y les juro que aquí
nunca volverán a verme!
Y el vendedor se marchó
con su pesa echando leches,
rieron muchos y la fiesta
continuó, pese a quien pese.

Sobre Belarmo, mi abuelo
no supo contarme más
—aunque seguro que habría
muchísimo que contar—,
solamente que, ya anciano,
mas todavía cabal,
se murió cuando la guerra
de una tos que curó mal,
quien sabe si por quitarse
el gorro para lavar,
aunque las ideas nunca
le lograron escapar:
muy enfermo y en la cama,
no dejaba de explicar
que veía alrededor,
sobre todo en la ciudad,
pocas gentes con cabeza
que la supieran usar,
y sin embargo, abundancia
de los «hombres de ramal».
 

sábado, 9 de enero de 2021

Diez décimas encadenadas, casi improvisadas, sobre la vida, el desamor y otras trivialidades del día a día.

  

I.

Por no sufrir no he vivido
más vida que la que pierdo,
encadenado al recuerdo
que no permite el olvido.
Y todo lo no sufrido
duele el triple, mientras clamo
en desiertos sin un gramo
de esperanza ni piedad.
Hoy comprendo, en soledad,
que debí decir «te amo»*.



II.

Que debí decir «te amo»
ya lo sé desde hace mucho,
mas ni a mísmo me escucho,
aunque sin cesar me llamo.
Fugitivo me proclamo
y me voy con evasivas,
con frases intempestivas,
sintiendo que estoy en Babia
-la realidad me agravia-,
preso de mis disyuntivas.



III.

Preso de mis disyuntivas,
en laberintos privados
me pierdo por agotados
pasillos de alternativas.
Las cautelas son nocivas
si no despejan la duda,
y no hay redención que acuda
a salvar al infeliz
que no aprovecha el desliz,
si la maja se desnuda.


IV.

Si la maja se desnuda,
nunca será para mí.
Si unos labios dicen "Sí",
será a otro a quien se aluda.
La realidad es cruda
y, aunque el mundo es de colores,
no pintan los perdedores.
Cuando el verbo va sin hechos,
es basura y los desechos
despiden malos olores.


V.

Despiden malos olores
los futuros caducados,
los sueños adormilados,
la pasión sin los sudores.
Sanar de maldeamores,
volver de ninguna parte
(lo que viene a ser quedarte),
el nunca, nunca jamás
y lo que más, lo que más
la condena a no olvidarte.



VI.

La condena a no olvidarte
me vuelve el rey de los presos
que halla siempre, sin tus besos,
su prisión en cualquier parte.
Si perder füera un arte,
yo sería algún Picasso
que, pintándole al fracaso,
crearía diez Guernicas
dedicados a las chicas
que nunca me hicieron caso.



VII.

Que nunca me hicieron caso
ni el azar ni la osadía
ni el amor ni la alegría
es un hecho que repaso.
Vi la luz bajo el ocaso
de una tarde gris y aciaga
en que Dios estaba en Praga,
contemplando a aquel rabino
de Borges**, que al cruel destino
clavó su criatura vaga.



VIII.

Clavó su criatura vaga,
Dios, haciéndome una cruz
con madera de la uz
más podrida y con más llaga.
Vaga criatura que indaga
en el fondo del espejo
sin entender su reflejo,
mientras sin rumbo camina,
aferrado a la rutina,
cada vez más triste y viejo.



IX.

Cada vez más triste y viejo,
sigo en este día a día,
donde la melancolía
es ya mi único cortejo.
Bogart no me da consejo,
como en la peli de Allen***
(esas cosas no me salen),
y me comeré los mocos,
siendo parte de los pocos
que no pueden, que no valen.



X.

Que no pueden, que no valen,
me dicen mis rotos sueños
-¡tan lejanos, tan pequeños!-,
sin "quizás" que los avalen.
Temiendo que me acorralen,
pongo trampas y hago un nido,
evitando cualquier ruido
que los vaya a despertar.
Como sé que duele amar,
por no sufrir no he vivido.




Notas:
*«Debí decir te amo» es el título de una antología personal del poeta Juan Gelman.

**El rabino praguense de Borges al que me refiero es el que sale en su poema «El golem».

***En la película «Sueños de un seductor», Humphrey Bogart se le aparecía a Wooddy Allen para darle consejos sobre cómo ligar.

CELOS, RENCOR Y LLUVIA

 «Hay miradas femeninas que tienen algo de la triste perfección de un soneto». Emil Ciorán. (No de este soneto, evidentemente).


Tener un doctorado y una novia
como tú: tan bonita, con la labia
que convence y, sin serlo, te hace sabia
debajo de ese pelo que me agobia.

Ser un hombre con suerte, sin mi fobia,
y hablarle a esa boca que me agravia;
no callar, asfixiado por la rabia,
con respiración casi anaerobia.

Estos versos, con tanta pista previa,
hoy salen de mi voz, cargante y tibia,
para ti que haces sombra a cualquier rubia.

Versos -y aquí el soneto al fin abrevia
(porque la ofensa ya tampoco alivia)-
llenos de celos, de rencor, de lluvia.