sábado, 9 de enero de 2021

Diez décimas encadenadas, casi improvisadas, sobre la vida, el desamor y otras trivialidades del día a día.

  

I.

Por no sufrir no he vivido
más vida que la que pierdo,
encadenado al recuerdo
que no permite el olvido.
Y todo lo no sufrido
duele el triple, mientras clamo
en desiertos sin un gramo
de esperanza ni piedad.
Hoy comprendo, en soledad,
que debí decir «te amo»*.



II.

Que debí decir «te amo»
ya lo sé desde hace mucho,
mas ni a mísmo me escucho,
aunque sin cesar me llamo.
Fugitivo me proclamo
y me voy con evasivas,
con frases intempestivas,
sintiendo que estoy en Babia
-la realidad me agravia-,
preso de mis disyuntivas.



III.

Preso de mis disyuntivas,
en laberintos privados
me pierdo por agotados
pasillos de alternativas.
Las cautelas son nocivas
si no despejan la duda,
y no hay redención que acuda
a salvar al infeliz
que no aprovecha el desliz,
si la maja se desnuda.


IV.

Si la maja se desnuda,
nunca será para mí.
Si unos labios dicen "Sí",
será a otro a quien se aluda.
La realidad es cruda
y, aunque el mundo es de colores,
no pintan los perdedores.
Cuando el verbo va sin hechos,
es basura y los desechos
despiden malos olores.


V.

Despiden malos olores
los futuros caducados,
los sueños adormilados,
la pasión sin los sudores.
Sanar de maldeamores,
volver de ninguna parte
(lo que viene a ser quedarte),
el nunca, nunca jamás
y lo que más, lo que más
la condena a no olvidarte.



VI.

La condena a no olvidarte
me vuelve el rey de los presos
que halla siempre, sin tus besos,
su prisión en cualquier parte.
Si perder füera un arte,
yo sería algún Picasso
que, pintándole al fracaso,
crearía diez Guernicas
dedicados a las chicas
que nunca me hicieron caso.



VII.

Que nunca me hicieron caso
ni el azar ni la osadía
ni el amor ni la alegría
es un hecho que repaso.
Vi la luz bajo el ocaso
de una tarde gris y aciaga
en que Dios estaba en Praga,
contemplando a aquel rabino
de Borges**, que al cruel destino
clavó su criatura vaga.



VIII.

Clavó su criatura vaga,
Dios, haciéndome una cruz
con madera de la uz
más podrida y con más llaga.
Vaga criatura que indaga
en el fondo del espejo
sin entender su reflejo,
mientras sin rumbo camina,
aferrado a la rutina,
cada vez más triste y viejo.



IX.

Cada vez más triste y viejo,
sigo en este día a día,
donde la melancolía
es ya mi único cortejo.
Bogart no me da consejo,
como en la peli de Allen***
(esas cosas no me salen),
y me comeré los mocos,
siendo parte de los pocos
que no pueden, que no valen.



X.

Que no pueden, que no valen,
me dicen mis rotos sueños
-¡tan lejanos, tan pequeños!-,
sin "quizás" que los avalen.
Temiendo que me acorralen,
pongo trampas y hago un nido,
evitando cualquier ruido
que los vaya a despertar.
Como sé que duele amar,
por no sufrir no he vivido.




Notas:
*«Debí decir te amo» es el título de una antología personal del poeta Juan Gelman.

**El rabino praguense de Borges al que me refiero es el que sale en su poema «El golem».

***En la película «Sueños de un seductor», Humphrey Bogart se le aparecía a Wooddy Allen para darle consejos sobre cómo ligar.

CELOS, RENCOR Y LLUVIA

 «Hay miradas femeninas que tienen algo de la triste perfección de un soneto». Emil Ciorán. (No de este soneto, evidentemente).


Tener un doctorado y una novia
como tú: tan bonita, con la labia
que convence y, sin serlo, te hace sabia
debajo de ese pelo que me agobia.

Ser un hombre con suerte, sin mi fobia,
y hablarle a esa boca que me agravia;
no callar, asfixiado por la rabia,
con respiración casi anaerobia.

Estos versos, con tanta pista previa,
hoy salen de mi voz, cargante y tibia,
para ti que haces sombra a cualquier rubia.

Versos -y aquí el soneto al fin abrevia
(porque la ofensa ya tampoco alivia)-
llenos de celos, de rencor, de lluvia.